lunes, 11 de junio de 2012

El Silbón



El Silbón, un mal hijo asesino de su 

padre, condenado a caminar por los 

llanos venezolanos, un saco en la espalda

 donde chorrean las vísceras del papá,

 silbando de una forma característica, 

a la búsqueda de viajeros nocturnos a 

quienes apalear, cosa muy fácil para sus

 más de dos metros de altura, todo eso en el mes de mayo.


Era un 27 de abril, aprovechando el feriado largo del primero de

 mayo, nos fuimos todos a la Hacienda "La Curva", de mí tío

 Alberto. Éramos más de cuarenta personas, casi todas 

familiares y una u otro novio. Yo estaba soltera por esa época, así

 que lo único que llevé fue mi hamaca, para colgarla en unos de los

 corredores de la hacienda, y mis profundos conocimientos sobre el

 Silbón, silbido incluido. Ya al llegar, tío Alberto me lleva aparte 

y cuchichea:

--Teresita, ¿viniste preparada para lo del Silbón? --cómplice.

--Claro que si, tío --muerta de la risa--. Traje un arsenal de lo más lindo.

Cuadramos todo para organizar la noche de espantos el 30 de abril.

Los días pasaron entre cerveza, cabalgatas, cerveza, chigüire

 (capibara), cerveza, dominó, bolas criollas, cerveza, barajas

 jugamos de todo y bebimos mucha cerveza.

La lluvia empezó a eso de la una de la madrugada del 30. Esperé

 que todos se durmieran y a eso de las cuatro de la madrugada

, repté entre las hamacas, con un tumba-rancho (petardo) en el

 bolsillo, a la búsqueda de mi tío, al cual encontré en un lastimero 

estado etílico pre comatoso. Sola, borracha y resuelta a seguir la

 broma, di la vuelta para situarme estratégicamente. Silbaba

 por la derecha y corría hasta ubicarme a la izquierda para

 volver a silbar. Podía oír un murmullo que iba en crecento.

Preparada para el acto final, me ubiqué en la vía de los corrales

 para salir disparada, darles la vuelta y regresar entre las

supuestas víctimas de mi "macabra" broma.

Silbido, tumba-rancho, carrera

Corro como nunca, entre la fría lluvia, sintiendo como el barro se

 mete entre mis dedos.

Explosión, griterío y lo veo Justo al frente, cortando mí paso.

 Enorme, horrible, hediondo a sangre y muerte Me freno

 sintiendo como mis oídos zumben levanta la enorme mano que 

viene a chocar contra mi frente y lo demás es cuento ajeno.

Me consiguen en la parte de atrás del primer comedero de las

 vacas. Cubierta de barro y sangre.

Desde ese día tengo una pesadilla recurrente, siem
pre despierto 

llorando, tratando de eliminar las imágenes borrosas de ese ser

 domándome, cabalgándome, matándome

No he vuelto a "La Curva", ni siquiera al llano he vuelto

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